Olfato
Desde niña he tenido muy desarrollados algunos sentidos, llegando a resultar extraño tanto para mí como para los demás, de forma que el más estímulo me ha, por ejemplo, despertado de un sueño profundo... Un mínimo rayo de luz al amanecer, el leve roce de mis padres al colocar mi pelo dormida, el más suave e imperceptible de los susurros.
He de reconocer que a lo largo de los años, ha sido algo incómodo en ciertas situaciones... No poder dormir por la más pequeña y escondida lucecita en una habitación de hotel... O por el más leve ruidito de un insecto volador... No poder soportar un volumen "normal" para el resto de los mortales...
Esta sensibilidad está asociada, además, a mi memoria, de forma que un suave aroma conocido puede transportarme años, kilómetros, y hacerme revivir momentos, personas, caricias, con tal intensidad y claridad, que resulta incluso abrumadora, como un tornado que altera toda tu realidad y deja todo patas arriba.
Con el paso de los años he aprendido a convivir con esta condición, evitando todo aquello que me sobreestimula hasta rozar la incomodidad, y disfrutando al máximo de lo bueno, poder rozar el orgasmo ante una caricia experta en la cara interna del brazo, rememorar vívidamente momentos con un olisqueo...
Azares de la vida han hecho que nos encontremos dos apasionados de los sentidos, como somos usted y yo, y por más hedonismo que casualidad, nos hemos dedicado a sublimarnos mutuamente...
Ese día su propuesta me resultó... sorprendente. Luego de un largo trayecto en coche de amena conversación, puesta al día y risas varias, durante el cual yo iba preguntándome qué habría elegido usted para esta ocasión; quizás algún precioso hotel con alguna característica arquitectónica peculiar, gracias a la cual poder inmovilizarme de alguna forma nueva; quizás alguna zona boscosa por la que hacer senderismo, y perderse, perdernos...
Cuando le ví girar y aparcar en un conocido centro comercial del extrarradio, mi reacción fue esa... sorpresa. Por supuesto usted no explicó nada, y yo me resistí como pude a preguntar. Entramos, dando lo que parecía un casual paseo dominguero, excepto porque era Lunes, Agosto y mediodía, y no había un alma...
Estaba totalmente convencida de que pretendía que me probase lencería para usted, cuando tomó mi mano y entro en la perfumería. Se dirigió hacia los perfumes femeninos y acto seguido apareció una amable vendedora que, hablándome a mí, nos dijo la manida frase de "Puedo ayudarles en algo?" A lo que usted respondió con un cortante y seductor "Por ahora no, gracias" y mirándome con toda la lujuría que se puede soportar, añadió "Cuando encuentre lo que necesito, la avisaré..." La chica salió disparada hacia el mostrador, tras el que se refugió, completamente roja y sobrepasada por la situación.
Se tomó su tiempo, olisqueó varios de ellos, me preguntó en alguna ocasión si conocía alguno en concreto, y en caso positivo, lo depositó rápidamente en el estante... La tienda estaba vacía, solos usted y yo, y la chica en la distancia, que no levantaba la mirada hacia nosotros en ningún momento...
Y de repente lo hizo, sacó un ancho lazo de satén negro y me cegó... Intenté resistirme, y ante su gruñido supe que mejor sería dejarme hacer... Le escuché moverse por el pasillo, varios "Pshht, pshht" y me susurró "Respire, deguste, son tres, los olerá dos veces cada uno... Le dejaré unos minutos para pensarlo (minutos!! cegada en una perfumería!!) Y haremos una ronda final, en el mismo orden, mueva su cabeza, simplemente quiero Sí o No"
El primero de ellos me sorprendió, más verde y fresco de lo que suelo usar, pero con un fondo... Mmmm, delicioso, afrutado, ligero...
El segundo era abrumador, oriental, almizcle, potente, oscuro... Casi animal... Pero con una nota floral al final... Desconocido, extraño...
El tercero era dulzón, aniñado, inocente y elegante al primer olfateo... pero... juguetón y prometedor en el segundo intento...
"Piénselo, y decida..." Qué decisión!! Realmente me conoce, tres muy distintos, pero muy de mi gusto... El primero, limpio, renovado, como al salir de la ducha después de que usted me haya enjabonado... El segundo, fuerte, rudo, como el más carnal deseo, puro sexo... El tercero... no pude evitar una sonrisa al recordar su descripción de mi forma de vestir... pijo culito...
Salimos de la mano del centro comercial, apropiadamente perfumada (al fin), con mi regalo en la mano... Rumbo a quién sabe qué aventura...
Lo que no supe hasta después de años de uso del perfume, exclusivamente en nuestras citas, solo cuando sabe que íbamos a vernos... Es que usted ya había preelegido uno de ellos para mí, y que aquel juego a ciegas solo fue una perversa forma suya de demostrarme nuestro nivel de conexión, una prueba más de aquel vínculo que nos unía, nos une, y nos unirá de por vida...
Decía Cortázar que no guardaba su foto para verla y poder recordarla, sino para poder verla cada vez que la recordaba... Lo mismo hago yo, cuando le recuerdo y no puedo verle... Olisqueo el frasco y no solo le veo... mi piel se eriza ante sus caricias y siento sus embestidas; escucho sus órdenes, el sonido metálico de las cadenas y el ruido sordo de sus azotes; saboreo mi sabor en sus dedos y el suyo en todo mi ser... Olisqueo el frasco y me siento como solo usted sabe hacerme sentir: dama y fulana, tranquila y excitada, deseada y deseosa...
To be continued...